En ocasiones,
y sólo en ocasiones, las series/películas que veo, me influyen de una forma u otra (a veces de una forma un pelín exagerada). Algunos podréis decir “hey
littledoor (como habitualmente me llama la gente por la calle), deja de firmar autógrafos y
escúchame: si te pasa eso, es porque ciertos detalles de tu forma de ser aun no se han conformado en su
totalidad. Tienes que intentar tener más personalidad, ser tu mismo, no dejarte
influir por…” cállate mamaverga. Joder, todos somos libres para soñar, aunque
a veces se roce la obsesión (entonces la prisión preventiva y las ordenes de
alejamiento nos cohíben esta libertad, pero bueno) y si esos sueños son, por
ejemplo, ser tan inteligentes como Sheldon Cooper; tan perspicaces como Patrick
Jane o Shawn Spencer; tan duros como John McClane; o tan rematadamente la
hostia como Gregory House; tenemos derecho a querer realizarlos, ¿no?
Pues si pero
no, por lo menos en mi caso. Cuando pretendo ser tan inteligente como Sheldon
Cooper, dejo de esforzarme en el estudio, ya que creo que he desarrollado, de
golpe, una especie de habilidad cognitiva que me permite adquirir conocimientos
y comprenderlos en un periodo muy corto de tiempo (que estudio antes del examen
vamos). El resultado, según mi experiencia, es que no soy el puto Sheldoon
Cooper (y mi profe de mates piensa lo mismo). Si quiero ser tan perspicaz como
Jane o Spencer creo, nuevamente, que de golpe he adquirido unas habilidades de
observación y memoria visual fuera de lo común. Me da la sensación que soy
capaz de recordar cada detalle de todo aquello que veo, con tanta facilidad,
que casi no tengo ni que prestar atención; las imágenes se guardan en mi memoria
como archivos en alta definición, con todo lujo de detalles. Pues esto es muy
falso (falsísimo), hasta el punto que creo que tengo una especie de Alzheimer prematuro
o algo por el estilo; pasados unos minutos no recuerdo nada de nada, tengo una
memoria de mierda. Me dejo las llaves dentro de casa; intento memorizar un
número de móvil y luego dudo hasta del primer dígito (habrá algún listo que
pensará: ¡pero si siempre es seis! Pues sí, hazte una idea).
Y para
resumir: tampoco soy, ni por asomo, una decima parte de lo duro que es John
McClane, si me hago una pequeña quemadura con el horno me paso diez minutos con
el dedo en agua fría al borde del llanto, como todo un valiente. De House ni hablo: es ver un
capítulo y me creo médico. Eso sí, dada mi hipocondría, veo cáncer por todas partes. Así que para no sentirme (y quedar) como una
especie de fracasado (o iluso gafe), simplemente diré que algo si se me
da bien: ser malo haciendo lo que no se me da bien. Pedazo de reflexión eh. Perdón por los derrames cerebrales. Ahí lo dejo.
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