[Las fu***ng profundidades del Averno]


Se acerca el verano y ya empieza a surgir, como cada año, esa incontrolable y desmesurada pasión por la playa. Tostarse tomando el sol estirados encima de una toalla hortera de Coca-Cola; tomarse una cerveza mientras se discute con un amigo que chica/o de los que se están a nuestro alrededor están más buenas/os; y porque no (en especial los chicos), mirar muy atentamente a alguna chica voluptuosa que se esté bañando a ver si una ola le arranca la parte superior del bikini y muahahaha… es broma hombre/a…

Vale, esto está muy bien. Pero hay un detalle que para mí es traumáticamente perturbador (si es que esto existe), y es precisamente eso último: bañarse en la playa. Además del olor a pelo quemado, pocas cosas me dan más asco que el fondo marino. No sé si es asco exactamente, o más bien es una fobia, pero es que creo que tener sensibilidad en los pies y bañarse en una puta playa es algo radicalmente incompatible para mí.

(Pez medio de una playa cualquiera)
Esa cantidad de objetos indeterminados ásperos, viscosos e irregulares; esos cosquilleos generados por (muy probablemente) condones usados que divagan sin rumbo cerca de esa superficie infernal; esos agujeros muy misteriosos donde el pie encuentra refugio de forma involuntaria, sufriendo las más raras sensaciones, cosa que me hace desear su amputación inmediata; y lo peor, que no ves nada (a no ser que estés por alguna playa del Caribe muy cristalina o haciendo Snorkel, claro).


Y eso cuando la playa de es arena fina; cuando la playa es de rocas, como por ejemplo, las playas de la Costa Brava, el trauma es mil veces mayor: los pies, por más que intenten apoyarse buscando algo de estabilidad, siempre se encontraran con rocas irregulares, las cuales resbalaran una sobre otra, liberando así un sinfín de especies marinas muy, muy deformes y cabronas que rozaran tus dedos de forma maliciosa.

En definitiva, que no estoy hecho para el mar. ¿Se nota? 

[Dios es humano]


No soy una persona especialmente religiosa. De hecho, sólo utilizo a Dios para cagarme en él cuando algo me sale mal y es culpa suya (porque yo nunca me equivoco eh). Tampoco me gusta demasiado hablar de religión con la gente, en especial con aquellas personas que son creyentes, ya que siempre me han dado miedo los esquizofrénicos que hablan con sus alucinaciones (vale me he pasado, pero no lo borro).

Todo esto viene a que, mientras cagab…mientras leía Tolstoi, se me ocurrió una cosilla que me hizo bastante gracia: imaginaros que, joder, tras mucho rezarle a Dios pidiéndole dinero, salud, comida o alguna señal de su existencia, al final os conteste muy cabreado “Jo-joder ti-tío, que pe-pe-pesado eres, ¿Qué co-coño qui-qui-quieres?”. Joder, descubrir que Dios es tartamudo.

dios
El corte sería bastante importante ¿no? ¿Qué coño le diríais a continuación? No sé, se supone que es el Ser Supremo, creador de todo lo existente…y es tartamudo…pierde credibilidad ¿no? Que vale, que se te aparezca Dios debe de ser algo muy impactante, pero que encima sea tartamudo… Es como que se te aparezca Jesucristo y que este sea esquimal; algo no cuadra.

Daría corte preguntarle por qué carajo no se ha arreglado el problema ese del habla. Es decir, puedes crear vida, planetas y tal, pero no puedes ir a un buen fonoaudiólogo… Da una imagen rara. Además, podría ser una desventaja para él, ya que si, por ejemplo, se me aparece Buda y veo que es un chaval normal, que me habla perfectamente, pues qué quieres que te diga, quizás me hago budista.

Y así paso las tardes de domingo.

[Muere Metano, muere]


Esta mañana estuve a punto de perder la vida mientas desayunaba con un amigo en una pequeña cafetería de mi barrio. Aunque ya había pasado por situaciones similares en anteriores ocasiones, nunca había llegado hasta este punto tan límite. Esta ha sido, con total seguridad, la peor experiencia de mi vida: casi exploto al intentar aguantarme un pedo.

Joder, ¿Sabéis esos gases (pedetes) que os vienen de golpe en el momento menos indicado y que tenéis que aguantarlos como sea por el bien de los individuos situados a cien metros a la redonda? Pues esta mañana me encontré con uno bastante cabrón que quería ser libre a toda costa.

Todos hemos pasado (o eso espero) por esos momentos de angustia en los cuales estamos sentados cuando el pequeño metanoso toca a las puertas de nuestra alma y tenemos que apretar las nalgas como si no hubiera mañana, contorsionar nuestra cintura moviéndola en todas direcciones, apoyar fuertemente los pies contra el suelo y dedicar el 110% de nuestra concentración a intentar llevar a cabo de forma satisfactoria ese acto silenciosamente heroico.

Pero lo de hoy fue indescriptible. Pensé que perdería las piernas para siempre. Veía a mi novia llorando en el lecho de mi cama mientras yo, maltrecho, acariciaba su mano intentando consolarla diciéndole que fue un sacrificio necesario. Que muchas personas podrían seguir disfrutando de una vida plena gracias a que yo había resistido como un valiente las fuertes envestidas de un maldito gas natural.

Pero, por suerte, no llegué hasta ese extremo. Aguanté mejor de lo que me podía esperar, sobreviviendo sin sufrir prácticamente ningún daño más allá de las secuelas psicológicas que puedan quedarme. No como a un amigo de mi infancia, el cual no tuvo tanta suerte y, el año pasado, en una situación muy similar, no pudo soportar (literalmente) la presión y acabo perdiendo una nalga.

Así que esta entrada va por él y por todas las personas que, en silencio, nos jugamos la vida para hacer del mundo un lugar más agradable y habitable; un mundo mejor.