Se
acerca el verano y ya empieza a surgir, como cada año, esa incontrolable y
desmesurada pasión por la playa. Tostarse tomando el sol estirados encima de una
toalla hortera de Coca-Cola; tomarse una cerveza mientras se discute con un
amigo que chica/o de los que se están a nuestro alrededor están más buenas/os;
y porque no (en especial los chicos), mirar muy atentamente a alguna chica voluptuosa
que se esté bañando a ver si una ola le arranca la parte superior del bikini y
muahahaha… es broma hombre/a…
Vale,
esto está muy bien. Pero hay un detalle que para mí es traumáticamente perturbador
(si es que esto existe), y es precisamente eso último: bañarse en la playa. Además
del olor a pelo quemado, pocas cosas me dan más asco que el fondo marino. No sé
si es asco exactamente, o más bien es una fobia, pero es que creo que tener
sensibilidad en los pies y bañarse en una puta playa es algo radicalmente
incompatible para mí.
(Pez medio de una playa cualquiera) |
Esa
cantidad de objetos indeterminados ásperos, viscosos e irregulares; esos
cosquilleos generados por (muy probablemente) condones usados que divagan sin
rumbo cerca de esa superficie infernal; esos agujeros muy misteriosos donde el
pie encuentra refugio de forma involuntaria, sufriendo las más raras
sensaciones, cosa que me hace desear su amputación inmediata; y lo peor, que no
ves nada (a no ser que estés por alguna playa del Caribe muy cristalina o
haciendo Snorkel, claro).
Y
eso cuando la playa de es arena fina; cuando la playa es de rocas, como por
ejemplo, las playas de la Costa Brava, el trauma es mil veces mayor: los pies,
por más que intenten apoyarse buscando algo de estabilidad, siempre se
encontraran con rocas irregulares, las cuales resbalaran una sobre otra,
liberando así un sinfín de especies marinas muy, muy deformes y cabronas que rozaran tus
dedos de forma maliciosa.
En
definitiva, que no estoy hecho para el mar. ¿Se nota?
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