[No es país para Flyers]

En la vida hay muchas cosas buenas, no lo voy a negar. Pero hay otras que te hacen sentir tan mal y tan vacío, que no sabes hasta que punto la balanza está equilibrada en cal y arena (por cierto, nunca he sabido si la buena es la cal o la arena y cual es la mala y que carajo). Pero la que para mi es la peor sensación, es la de soledad. No confundir soledad con tranquilidad; amo la tranquilidad. Me refiero a la soledad de ser invisible para el mundo. De caminar por las calles de la vida errante, como un espectro.

Muchos pensareis: “¿pero qué mierda haces escribiendo esta reflexión tan seria en un blog de humor?”. Amigos, la respuesta está en vuestro interior…jijiji es broma, ni que fuese un estudiante de primero de filosofía y creyera que tengo al mundo cogido por los huevos :P.

Pero en lo que creo que todos estaréis de acuerdo conmigo es en que no hay mayor sensación de soledad y vacío que la que produce pasar por al lado de un repartidor de flyers y que este repartiendo a todo Dios pero, al llegar tu turno de recibir ese papelito manoseado, pase de tu puta cara. ¿Qué mierdas te he hecho yo a ti, repartidor verdugo de mi alma?

No había motivo aparente: delante de mi había un chico con un perfil muy similar al mío y este recibió sin vacilar su flyer…¿por qué yo no? Es de esas cosas que te tomas de una forma muy, muy personal. Lo peor es que, con casi total seguridad, apenas te mirarás el flyer y, simplemente, te limites a hacer una bola con el y pruebes tu puntería con la papelera más cercana que encuentres. Pero es el hecho lo que duele, el que no te hayan tenido en cuenta. Es dramático (a la par que absurdo).


En ocasiones, la vida te castiga por donde menos te lo esperas.

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